El consuelo de la Madre

Hoy se celebra la «Festividad de Nuestra Señora de Lourdes», el día de la primera aparición, es decir, el 11 de febrero. Un día muy especial en nuestra casa. Quienes tenemos alguien enfermo en casa sabemos del consuelo que produce esta Madre que sonríe en la entrada de la gruta en este pequeño pueblo de los pirineos franceses. En la sonrisa y la mirada de la más sobresaliente de todas las criaturas, se refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la dignidad que no descuida a quienes padecen cualquier tipo de enfermedad. Esta sonrisa, muestra auténtica de la ternura y el afecto de Dios, es fuente de confianza y esperanza indestructible. Todos somos conscientes de que el sufrimiento desgarra incluso los equilibrios más estables de una vida, quebranta los cimientos en principio inalterables de la confianza, provocando incluso a veces la desesperanza y el no encontrar de la vida. Es una lucha que el hombre no puede afrontar en soledad, necesita la fuerza de la gracia divina. Cuando la palabra imposibilita encontrar los vocablos más propicios, se hace imprescindible una presencia amorosa; tratamos de encontrar entonces no sólo la cercanía de los parientes o amigos, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe. Y ¿quiénes más íntimos que el mismo Cristo y su Madre, María, la Inmaculada, la dadora de gracia y misericordia? Ellos son los únicos capaces de comprendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento.
Lo he experimentado en lo más profundo de mi alma: del corazón de la Virgen emerge un amor gratuito que origina un amor filial, que se acrisola de manera permanente en nuestra vida. María es la educadora del amor. Cuando nació mi hijo asumimos humildemente el sufrimiento de tener una personita enferma en casa. Fue difícil, pero ahí estaba María. La Madre, la amiga, la confidente, la Señora de la esperanza que nos dio no solo el consuelo sino la fuerza. Una recomendación: ¡No dejad de acudir siempre a la Virgen! En su sonrisa reposa la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad, los sufrimientos, los miedos, las inseguridades y a favor de la vida. Y con Ella se recibe la gracia de aceptar sin miedo ni amargura la preparación para el tránsito a la eternidad, en la hora y el tiempo que Dios tenga pensado para cada uno.

Lourdes
¡Gracias, María, por tantos dones que he recibido de tu generosa mano! ¡Gracias María por tu amor gratuito de madre! ¡Gracias María por tu constante sonrisa de consuelo, de amor y de paz! ¡Virgen de Lourdes, en las horas amargas de la enfermedad, derrama el tesoro de tu gracia sobre los que padecen enfermedades! ¡Sostén con tu infinito amor a los que sufren dolor, a los que no tienen esperanza en su curación, a los que la enfermedad ha frustrado su vida y sus proyectos, a los que desesperan y han perdido la fe por esta causa! ¡Ponte junto a su lecho, Madre de bondad, tómalos de la mano y conduce a Dios a los que más lo necesitan! ¡Y no te olvides de las personas, familiares y amigos que asisten a los enfermos en su transitar cotidiano!

Ave Maria, exclama el himno de la Virgen de Lourdes que hoy escuchamos:

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