¡Hoy proclamo con toda mi fuerza mi amor a la Eucaristía!

Hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta fiesta del calendario litúrgico reaviva cada año mi amor por el misterio del Corpus Domini. Aunque la Eucaristía la puedo vivir cada día, o vivificarla solo el domingo o conmemorar solemnemente su institución el Jueves Santo, en esta fiesta se reafirma mi fe, mi esperanza y mi compromiso con ese Cristo que se hace presente de manera real en la Eucaristía. ¡Por eso hoy proclamo con toda mi fuerza mi amor a la Eucaristía! ¡Y siento un gozo profundo y doy gracias de corazón por poder recibir a Cristo cada día! ¡Y manifiesto mi estupor por la grandeza de este misterio magnificado en este pequeño trozo de Hostia blanca! ¡Y me maravillo por la humildad de Cristo de hacerse presente entre nosotros en la apariencia de un pedazo de pan! ¡Y doy gracias porque en la Eucaristía se fortalece cada jornada de mi vida y se hace glorioso mi camino en dirección al Cielo! ¡Y me extasío por ese memorial de amor que es dar la vida por los que Jesús ama! ¡Y me regocijo de alegría por tener la certeza de que junto a mi está Ese a quien no he conocido pero que se me hace cercano con su amor y misericordia!
Hoy siento que debo dar un paso al frente en esta cercanía diaria con Jesús Sacramentado. Y ante la custodia sentirme alma de Eucaristía y asimilar mi vida con la suya. Y al cantarle, que me convierta yo mismo en canto de adoración, de amor y de alegría. Y al adorarle, seguir siempre su voluntad y aceptar con alegría lo que tiene ideado para mi vida. Y al alabarle, que tenga una plena identificación con Él y esperar con impaciencia volver a recibirle. Y al contemplar la Hostia, descubrir su presencia en mi corazón y en mi quehacer cotidiano.
Participar limpio de corazón para convertir la comunión en una escuela de amor vivificante. Ir preparado de verdad. Acercarme para anular las distancias con Jesús, impedir que la rutina se adueñe de mi, que la dejadez pervierta mi corazón y el automatismo interfiera en mi trato con este Cristo tan cercano.
En definitiva que cada día recibir la Eucaristía se convierta en una fiesta del Corpus en medio de un alborozo interior de cánticos y de luces, de flores y de incienso y de postración y adoración. Y como exclama el Adoro te devote: ¡Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo las apariencias del pan y el vino! ¡A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte! ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!

Captura de pantalla 2015-06-01 a las 23.32.23

Y que mejor oración para el día de hoy que pronunciar el Adoro te devote de Santo Tomás de Aquino:

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.
Amén.

Con el que nos deleitamos por medio del canto gregoriano:

Deja un comentario