De camino con María

¡Cómo termina de bello, dulce y hermoso el mes de mayo, los treinta días dedicados especialmente a María! Lo hace con la festividad de la visitación de Nuestra Señora a su prima santa Isabel. Y con la delicadeza con la que escribe siempre San Lucas nos recuerda que la Virgen, a la llamada interior del ángel que le revela la próxima maternidad de su querida pariente estéril —a los ojos de los hombres porque para Dios nada es imposible—, «se puso en camino y con presteza fue a la montaña». María no viaja sola: el Verbo encarnado, recién concebido por el milagro obrado por Dios, lo hace con ella. Es tan hermosa la imagen que uno toma conciencia de que estamos ante la primera procesión eucarística en la historia de la Iglesia. Jesús va con la Virgen en un viaje agotador a través de montes y colinas al encuentro generoso y caritativo del ser humano y, sobre todo, en busca de las criaturas que ha venido a salvar.
En este viaje María inicia de manera generosa y servicial su misión de acercarnos a Su Hijo.
María es el ejemplo a seguir. No le preocupan en absoluto las dificultades que pueda encontrarse por el camino; nada le retiene, nada le paraliza, nada le impide llevar a Cristo al corazón del ser humano.
Hoy aprendo de María a llevar en mi corazón y en silencio a ese Dios que vive en mí y que quiere también manifestarse abierta y gloriosamente al mundo. Y lo más impresionante es que ahí está muy presente la fuerza del Espíritu Santo, que todo lo puede y todo lo transforma. Y así lo deja plasmado San Lucas: «en cuanto que oyó Isabel el saludo de María, exultó el niño en su seno, e Isabel se llenó del Espíritu Santo».
Esta procesión eucarística de María es también un testimonio de oración sincera y profunda, unida a la voluntad del Padre. Es verdad que la Virgen hubiera podido quedarse, tranquila y serenamente, en su ciudad natal, y allí orar íntimamente para dar gracias a Dios por haberla premiado con la maternidad de Cristo. Pero ella, consciente de la necesidad de que todo cristiano tiene que llevar a Jesús al más cercano, realiza su primer acto de entrega que es abrazar al que más cerca de ella lo necesita.
¡Gracias, María, porque eres de nuevo un ejemplo extraordinario de fe, oración y servicio para mi pobre persona!

orar con el corazon abierto

Y hoy, de manera especial, que mejor oración que el Magnificat:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.<
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén.

Jaculatoria la Virgen en el mes de mayo: Gózote, gozosa Madre, gozo de la humanidad, templo de la Trinidad, elegida por Dios Padre.

Del compositor inglés John Rutter, escuchamos en este día una de las partes de su hermoso Magnificat dedicado a la Virgen:

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