La historia de nuestra existencia es un viaje que exige volver de manera constante hacia uno mismo, interiorizar para conocerse mejor, saber quienes somos, hacia donde dirigimos nuestra vida, como desarrollamos nuestra personalidad, los elementos que identifican nuestra autenticidad, los principios profundos que sostienen nuestros valores, el nivel de nuestra conciencia. Probablemente este sea el camino más relevante que hemos de recorrer a lo largo de nuestra existencia.
El proceso del conocimiento interior se asemeja a una danza, en la que te mueves hacia adelante y hacia atrás, en un movimiento acompasado por la música de la vida. Hay momentos que das la vuelta, que das unos pasos certeros hacia adelante y, en otros, retrocedes al mismo ritmo o a un ritmo más desacompasado. En otras, incluso, si das un mal paso puedes llegar a caer. Al final es el equilibrio el que prima en cada circunstancia para que haya un balanceo acorde con el vivir.
Me lo aplico a mi mismo pero es general a todas las personas. Hay momentos en que tu conciencia te permite adentrarte en tu realidad de una manera más profunda, te permite desnudarla con valentía, el conocimiento de ti mismo te hace tener más coraje, tu yo vivirlo con humildad. En otros, te cierras a la verdad viviendo desconectado de lo que es importante, disperso ante la realidad que te envuelve, insensible a los que te rodean, perdido en el camino que debes realmente adoptar. Con esta actitud, sufres y sufren contigo los que te aman.
Cuando tienes paz interior la vida se ve con ojos diferentes a cuando estás vacío interiormente porque tus seguridades y certezas siendo las mismas trabajan de manera diferenciada.
Las inquietudes humanas, la enfermedad, el sufrimiento, las dificultades son parte del camino que hemos de vivir cada día. Comprender que esto forma parte de la realidad de la existencia y acogerlo con humildad y conciencia nos hace más humanos porque destruye ese la vanidad de querer controlarlo todo. Lo que fortalece es tener una mirada trascendente evitando la absolutización de lo que te sucede porque con una mirada que va allá uno sale fortalecido.
Cuando pones conciencia e intención con las circunstancias que estás viviendo y con los que te rodean y quieren tu bien y te alineas con la Verdad, te abres a la gracia, te dejas llevar con esperanza ante las olas a veces frenéticas de la vida y acabas regresando a ti mismo.
Es necesaria también una apertura para permitir que la vida nos sorprenda cada día, e incluso, que nos desafíe y estimule. Pero solo regresando al ser, a lo profundo de tu yo, al sentido de tu vida, eres capaz de desvelar quien eres, como afrontas lo que te sucede, el valor de lo que y porque te sucede y encuentras un equilibrio certero y ajustado entre lo que eres y tu relación con el mundo que te envuelve y con las personas que te aman y quieren tu bien.
El resumen es que lo importante es tener un horizonte vital, asentándote en lo que de verdad te sostiene, con un anhelo de vivir en sintonía con el Amor y con la Verdad, en sintonía y unión con los que te aman y amas, con las circunstancias que vives por mucho que la vida te regale curvas vertiginosas y golpes inesperados. Y la cuestión es, mirando hacia atrás en este año que termina, ¿lo he vivido así? ¿cómo he afrontado los retos que se me han presentado? Y quizá lo más importante: ¿he hecho un camino hacia mí mismo o un camino de apertura hacia los seres que amo y que me acompañan, apoyan, sujetan, «aguantan», protegen y sostienen?

¡Señor, a punto de terminar el año te doy gracias por esta nueva jornada en la que tan necesitado estoy de tu amor y de ternura, del amor y la ternura de los que me rodean! ¡Te doy gracias, Señor, porque nunca me dejas solo y porque estoy acompañado de numerosas personas que me aman! ¡Gracias, Señor, porque a través de mis seres queridos abres tu mano y derramas sobre mi todas las bendiciones que necesito para afrontar los retos cotidianos! ¡Te pido, Señor, me concedas las fuerzas para perseverar y no desfallecer ante los retos de la vida, dame la capacidad para confiar y creer en mi mismo, para apoyarme cuando debo en los demás, para no tener miedo a los desafíos que me pone la vida! ¡Señor, dame paz y serenidad interior para sentir que estoy en tus manos amorosas y misericordiosas y comprender que todo lo que me sucede tiene un sentido! ¡Señor, pongo mi vida en tu manos porque siempre harás lo que sea mejor para mi vida! ¡Deseo, Señor, sentir tu presencia en medio de todo lo que vivo y me sucede! ¡Abro mi corazón hacia Ti, Señor, para que lo llenes de gozo, de alegría, de felicidad y de esperanza! ¡Te doy gracias, Señor, por cada dificultad que se abre camino en mi vida porque en todas y cada una de ellas soy capaz de descubrir que eres Tú quien me concede lo que necesito en cada momento! ¡Te doy gracias, Señor, por la dificultades que se me presentan porque en estos momentos es cuando más siento Tu presencia y me ayudas a enfrentarlo todo por medio de la fortaleza interior, la oración, la esperanza y las personas que me acompañan! ¡Señor, gracias porque confío en que te haces siempre presente en mi vida, estás a mi lado y me apoyas en todo! ¡Gracias por las personas que están a mi lado, bendícelas y llénalas de tu amor! ¡Gracias, por el amor, el afecto y el cariño que recibo de ellas que hacen abrirme a la esperanza! ¡Y, sobre todo, Señor, ayúdame siempre a tener un anhelo de vivir en sintonía con el Amor y con la Verdad, en sintonía y unión con los que me aman y amo!