Cada despertar, un motivo de agradecimiento a Dios

Me levanto esta mañana con un sentimiento profundamente conmovedor y alegre.  Encomiendo a Dios esta nueva jornada con una gran alegría, le doy gracias muy feliz por el don de la vida y de los que me rodean. Soy consciente de que he recibido el regalo más preciado que una persona puede recibir. Es un obsequio formidable de Dios tener la dicha de vivir un día más a pesar de que a mi alrededor no todo sea sencillo. Al abrir la ventana se vislumbran los primeros rayos de ese sol que anuncia la claridad del día. Ese sol me indica que Dios estará mirando mi despertar y que no caminaré sin rumbo por la vida porque le tengo a Él cubriendo mi existencia, tengo a Jesús andando a mi lado y al Espíritu Santo iluminando mi camino. Todo ello me invitará a hacer el bien, ser capaz de ver lo bueno y hermoso de las personas con las que me cruce, y de tratar hacer las cosas de la mejor manera. Por eso le pido al Señor que me conceda lo que Él crea es para mi bien. 

En este domingo que en tantos lugares se celebra el Corpus Christi doy gracias a Dios por permitirme participar de la Misa dominical, donde puedo descansar mi confianza en Dios, donde puedo poner a los pies del altar a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de grupo de oración, donde puede dejarle mis proyectos para que el guíe mis pasos, para que bendiga mi trabajo, para me otorgue abundancia de dones, para que me conserve a las personas que amo, para que en el mundo haya más paz y amor, para que se cumplan los deseos de las personas que me rodean, para que pueda bendecir los alimentos que hoy llevaré a la mesa. Le podré ofrecer mis dolencia, sufrimientos y heridas para que las sane, para que me ayude a desprenderme de mis egoísmos y de mis soberbias, para que me haga más desprendido de lo mundano y me permita mirar hacia la eternidad. Y le encomendaré tantas personas y acontecimientos que Él ya conoce.

Hoy quiero abrir mi corazón de par en par para decirle a Dios que lo amo, que le doy gracias, que lo alabo y lo bendigo porque este nuevo día lo puedo convertir en gracia y oración.

¡Gracias, Padre, por este nuevo despertar, por este nuevo día, por todo lo que me vas a ofrecer en esta jornada, por tu amor y por tu misericordia, por estar lleno de bondad, por regalarme el gran don de la vida, por tantas bendiciones que recibo de ti solo despertarme, por que me regalas con la vida, con los acontecimientos que me rodean y las personas a las que amo un motivo grande para la sonrisa! ¡Abro mi corazón, Padre, porque me siento gozoso y alegre, mi corazón rebosa de esperanza y de confianza, mi alma me invita a elevar la mirada al cielo y bendecirte, mi Dios, porque lo eres todo para mi! ¡Y abro mi corazón porque aunque mi vida no es sencilla, porque se presentan muchas dificultades y obstáculos, porque aunque la enfermedad está presente en mi, tu mi Dios me ayudas a salir adelante, a luchar, a no desfallecer; tu cambias mis quejidos silenciosos en gozo alegre y me llenas de esperanza! ¡Y te doy gracias porque puede disfrutar de la presencia de Jesús en el sagrario, en la comunión diaria, en la oración de cada día! ¡Gracias, Padre, por tantas bendiciones recibidas, tantas personas buenas que pones a mi lado, por tanto amor que desbordas sobre mi sin merecerlo y por ayudarme a crecer personal y espiritualmente!

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