¿Soy una persona amable?

La amabilidad, que tiene en la prisa y la impaciencia sus principales enemigos, es un cuerpo cada vez más extraño en nuestro mundo.
Amable es aquel que en su tarjeta de presentación tiene impresas la cordialidad, la delicadeza, la dulzura, la atención, la exquisitez en el trato, la suavidad y la empatía. El que se esfuerza en sembrar afecto y esperanza a su alrededor y recoge los frutos de la alegría. Es el que considera al otro por lo que es y sin importarle su origen y su condición social lo trata con respeto, elegancia y cortesía. Es el que se da sin esperar nada a cambio, el que abre caminos a la alegría, el que brinda oportunidades de construir puentes. Es el que se alegra siempre del encuentro con el prójimo y tiene para él palabras y gestos de cordialidad.
El amable, con sus actitudes, uniendo sensibilidades y construyendo vínculos, abre camino a la confianza, facilita la convivencia entre las personas y expresa disconformidad sin ofender.
Ser amable exige grandes dosis de sinceridad, naturalidad y espontaneidad y mucha humildad y sencillez —fundamentales en el amor— porque en el amable no cabe la hipocresía ni la falta de caridad ni la mala educación.
Quien es persona —con toda la profundidad que tiene este término— rebosa de amabilidad porque el amable es generoso, busca siempre la empatía y aparta de su caminar la indiferencia del prójimo.
El amable es también alguien discreto que, aunque se preocupa por el prójimo, trata de no invadir su intimidad, sabe respetar su pensamientos y opiniones y no molesta con sus actitudes y sus palabras porque busca las afinidades y no las diferencias.
Una persona auténticamente amable es alguien que sabe amar y trata de que a su alrededor la convivencia sea siempre agradable.
Amable es aquel que da valor a la persona, el que tiene capacidad de amar y ser amado y el que sabe relacionarse con el prójimo ofreciéndole grandes dosis de cariño y afectividad.
¿Cómo miran mis ojos a los demás? ¿Tengo habitualmente gestos amables para con los otros? ¿Les reconozco como hijos de Dios? ¿Acabo mi jornada con actos y gestos repletos de benevolencia, ofrecimiento, buen humor y generosidad? ¿Consigo realizar gestos sencillos y pequeños que contribuyan a extender un espíritu positivo a mi alrededor que haga la vida más agradable a los demás? En definitiva, ¿que hago a diario para promover la amabilidad a mi alrededor?

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¡Señor, hazme parecido a Ti, manso y humilde de corazón, siempre amable con los demás! ¡Concédeme la gracia, Señor, de tener un corazón siempre abierto a la claridad y la amabilidad y no al fingimiento y la falsedad! ¡Dame capacidad de amar y de ser humilde para acoger al prójimo como amor! ¡Envía tu Espíritu sobre mi pobre corazón, Señor, para frecuentar siempre el bien y sacar siempre lo positivo de los demás! ¡Ayúdame, Señor, a sellar mis labios y en mi corazón las palabras «gracias» y «por favor»! ¡Hazme generoso, Señor, para tener una gran capacidad para entregarme sincera y sencillamente a los demás con naturalidad y amabilidad! ¡Ayúdame, Señor, a ser amable con todos! ¡Impregna todos mis gestos, mis palabras, mis actos, mis actitudes y mis sentimientos de Ti, Señor! ¡Hazme comprender, Señor, que si no amo con amor fraternal nunca podré ser amable con los demás! ¡Envía tu Santo Espíritu, Señor, sobre mi para recibir la sabiduría que viene de lo alto que es, ante todo, pura además de pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera y ambiciona siempre el bien!

Comienza hoy el mes de junio y nos unimos a la intención de oración del Santo Padre para este mes dedicado a las redes sociales, para que estas favorezcan la solidaridad y el respeto del otro en sus diferencias.

¡Qué amables son tus moradas, Señor! cantamos hoy:

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