Mi corazón necesita llenarse del amor de Dios

Cada vez que leo un pasaje del Evangelio Jesús me lo deja más claro: de mi corazón surge todo lo positivo y lo negativo de mi vida, el dolor desgarrador del pecado y la alegría sublime de la gracia. Me dice también el Señor que de lo más íntimo del corazón nacen los pensamientos y los deseos negativos. Que en lo más profundo de mi corazón se forjan mis proyectos, mis ilusiones, mis planes y mis propósitos. También lo dice el Señor y cuesta a veces entenderlo: el corazón es la medida del hombre. Y utiliza parábolas para aclarar, por ejemplo, que si el árbol del corazón transpira bondad, los frutos que dará serán buenos. Pero que si del árbol del corazón late la maldad, los frutos que ofrecerá serán malos. Todas estas son palabras de Cristo, cuyo corazón es manso y humilde. Y generoso. Y sereno. Y magnánimo. Son enseñanzas del que me traslada con su presencia entre nosotros el corazón amoroso y misericordioso de Dios. Todo está escrito en los Evangelios.
Es verdad. Mi corazón late cada día. A veces con alegría o con tristeza; en otras con esperanza o desesperanza; con serenidad o con conflictos profundos; con ilusión por vivir o con animadversión por lo que me sucede; con gozo o con angustia; con generosidad o con rencores; con sosiego o con ansiedad; con entrega o con indiferencia; con voluntad o con apatía…
¡En el fondo lo que mi corazón necesita de verdad es llenarse del amor de Dios! ¡Necesita salir de sí mismo y penetrar en la inmensidad de la misericordia de Dios! ¡Dejarse rociar por la lluvia fina de su Espíritu!
Lo que necesita mi corazón es orar perseverantemente con el corazón. Desde lo más profundo del corazón. Orar con mi propia vida. Porque la oración desde el corazón es contar mi vida al Dios que me ama y me quiere escuchar. La oración es hacer viva mi propia vida para contársela al Padre que me ha creado. Mi vida y la de los que me rodean, a los que abro mi corazón, a los que lloro, con los que río, con los que comparto mis sentimientos, con los que me enfrento, con los me encuentro de casualidad, con los que rezo a Dios en el grupo de oración, con los que tengo un encontronazo… La oración es poner sobre las manos de Dios mi mundo, mis fracasos, mis alegrías, mis aciertos, mis caídas, mis éxitos, mis momentos de ocio, mis búsquedas incesantes, mis desaciertos… La oración no es más que el encuentro mágico con Dios desde la fe.
¿Y por qué si Dios me ama tanto me cuesta tanto contarle a Dios todos mis secretos, lo que siente mi corazón, lo que se esconde en él? ¿Por qué me resulta tan difícil abrirle mi corazón al Dios de la Misericordia y dejarme acariciar por su amor? ¿No será que me sigo empeñado en hacer siempre mi voluntad y no dejarme guiar por Él?

corazon de piedra

Señor, ¡gracias por darme la fe! ¡Quiero llenarme más de Ti y de Dios! ¡Quiero dejarme llenar de la misericordia de Dios! ¡Déjame sentirme acariciado por Ti, contarte mis cosas con confianza y con amor! ¡Cuánto me cuesta a veces concienciarme de que Tú eres mi esperanza, mi paz y mi vida! ¡Señor, te ruego que no permita que me olvide de que me acompañas en todo momento! ¡Te pido que seas vida nueva en todas mis actividades, en la familia, con los amigos, en el trabajo, en la vida de comunidad, en la parroquia… allí donde me muevo! ¡Jesús resucitado, fija tu mirada en todo lo que hago para entregarme siempre a Ti y a los demás! ¡Ilumíname, Señor, con tu misericordia y con fuerza pacificadora! ¡Llena de amor, Señor y con la fuerza de tu Espíritu, todas mis decisiones, mis gestos, mis palabras, mis obras, mis actitudes y mi capacidad de escuchar al otro! ¡Graba, Señor, en mi corazón la alegría y que todos mis gestos estén impregnados con la sonrisa de la generosidad! ¡Haz que resucite contigo, Jesús mi Salvador, renovado con el agua del Bautismo que me permitió ser hijo de Dios! ¡Ayúdame, Señor a buscarte cada instante de mi vida y a verte en todas las situaciones que se me presentan diariamente! ¡Dame, Señor de la vida, el amor para hacer presente tu resurrección entre los que no te conocen a mi alrededor, entre los que piden signos de tu presencia viva, entre las personas que sufren y están llenas de sufrimiento por las decepciones de la vida y por vivir situaciones tan complicadas que se hacen difíciles de comprender! ¡Pon, Espíritu Santo, luz donde haya carencias materiales y espirituales! ¡Gracias por la fe, Dios mí, Padre bueno, Padre de bondad y de misericordia! ¡Me hace cada día acercarme más a Ti y a Jesús! ¡Envíame, buen Dios, a predicar tu paz y los detalles de tu amor entre los que se crucen conmigo! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

De Johann Sebastian Bach preentamos hoy su cantata Leichtgesinnte Flattergeister, BWV 181 («Los espíritus livianos y frívolos»), aquellos que impiden tener una relación con la misericordia de Dios:

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